A día de hoy, en pleno siglo XXI (sí, qué trillado está, ¿no? Como si eso justificara que tengamos que ser todos unos flipados con cepillos de dientes que funcionan con Wifi y nos dicen cosas como… “tienes un trozo de pollo en tu incisivo lateral superior izquierdo”)… Pues eso, que en pleno siglo XXI ya hemos visto el mundo venirse abajo y re-inaugurarse varias veces. Ya hemos sufrido algunas crisis hecatómbicas macro-nucleares ultra catastróficas y aquí estamos. Ya hemos vivido de todo, o casi de todo, incluyendo pandemia, guerras, inflación del tipo revienta-carteras, crisis desde climática hasta de papel higiénico, etc., etc., etc.
Y ahora, tras años de cambio cibernético, digital, electro-cultural y, sobre todo, de nuestros hábitos humanos (he visto gente que se mete en la ducha con su smart-phone, lo que indica que su teléfono es claramente más smart que ellos), tenemos todo al alcance de un click.
Cuando yo era chaval (años 90), si quería información, cogía mi walk-man (era ya muuuy tecnológico), me subía al autobús y me iba a la biblioteca, a leer sin hacer ruido. Pero esto no va de cómo educar a nuestros hijos en el arte de discernir información y ensuciarse un poco las manos. Eso es otro capítulo.
¿Qué es transformación digital? Pues, básicamente, digitalizar actividades para transformar nuestra empresa en un ente más productivo y rentable.
Lo vemos en la gente que sale a correr, porque llevan aplicaciones que miden sus tiempos y kilómetros, las veces que salen, las calorías que queman, y les sacan estadísticas para medir su progreso e incluso picarse con amigos, o consigo mismos.
En los negocios también lo vemos; rara es la empresa a día de hoy que no maneja mínimo un software.
Sin embargo, y como en todo ámbito, no es oro todo lo que reluce. Conozco casos de empresas que han pagado medio millón de euros al año (150 licencias) por sistemas que no pasan de decentes, siendo generosos, y excesivamente complejos, en muchos casos. Conozco el escenario de una empresa de SaaS que da servicio a enormes multinacionales de seguros, y que sólo tienen incidencias diarias con su software; básicamente, sus empleados se pasan la vida identificando y solucionando problemas. Una vez estuvieron a punto de perder toda la base de datos (cientos de millones de clientes). Lo salvaron de milagro, pero el software, hablando claro, es un problema, no una solución.
Cuando nos venden productos digitales, SIEMPRE se habla de SOLUCIONES. Es el argumento de venta, aunque el cliente a quien se dirigen no sepa qué tiene que solucionar realmente. Sin embargo, antes de identificar qué debe ser solucionado, creo que hay TRES factores mucho más elementales para poder IDENTIFICAR un servicio de calidad: ESTABILIDAD, SIMPLICIDAD y VALIDACIÓN.
Un software TIENE QUE SER ESTABLE y SIMPLE. Es decir, que no presente fallos. Que no se cierre solo, que no desaparezcan cosas, que no haga acciones extrañas. Y, por otro lado, que sea sumamente sencillo de utilizar y comprender. ¿Cómo podemos comprobar si un software es estable y sencillo? USÁNDOLO. El cliente está en su derecho y DEBE probar el software antes de pagar por él. Sólo así puede descubrir;
- Si le es fácil e intuitivo en su uso y, como consecuencia, rápido en su implementación
- Si es estable
- Para qué lo necesita realmente
- Si realmente lo quiere y está dispuesto a pagar por él.
Pero un software como servicio alquilado no debe ser excesivamente caro. Medio millón de euros al año (los hay bastante más costosos) es una barbaridad. Claro que todo depende del número de licencias, pero los hay que cobran 45mil euros por una licencia, lo cual es un sablazo de considerables dimensiones. (Ya puede ser bueno, ya).
Si realmente el cliente pasa por 1., 2., 3. y 4. y se llega al tema de los precios, hay otras cosas a considerar:
- ¿Cuántas licencias necesito contra cuántas licencias puedo permitirme? Lo que lleva a:
- Proceso de negociación.
En España, una PYME no debería pagar más de 3 a 8 mil euros al mes por unas 50 licencias. Las licencias son los usuarios, quienes utilizan el sistema, incluyendo a los supervisores. Cobrar más de eso es reírse de la gente.
Pero a mayor número de licencias, menor debería ser el precio por licencia. Si tengo 249 usuarios y pago 10mil al mes, no estoy haciendo mal negocio siempre que el servicio cumpla lo que espero. El precio por usuario baja, pero el número de licencias aumenta. Es justo.
Si manejo una línea grande, de por ejemplo 3.000 trabajadores, debo sentarme a negociar, y la empresa que ofrece el software debe estar dispuesta a bajar el precio por licencia a unos 15-20 euros mensuales cada una. (¡ES UN CLIENTE GRANDE!)
Todo esto es considerando 3 aspectos fundamentales:
- El mercado y el tamaño de la empresa que ofrece el SaaS
- El servicio (que DEBE cumplir o superar las expectativas del cliente)
- El poder adquisitivo del cliente
Y el último factor clave a tener en cuenta es lo que muchos pasan por alto, y es crítico. Se trata de la VALIDACIÓN del software.
En un proceso de implementación, lo lógico es:
- ENTENDER la naturaleza de la actividad de la empresa y qué parte de sus operaciones puede requerir una SOLUCIÓN DIGITAL.
- DEFINIR el proyecto a ejecutar; qué aspectos implementar para llegar a esa solución.
- IDEAR la estrategia y decidir qué, cuándo y cómo se implementa exactamente.
- EJECUTAR la implementación.
- VALIDAR la ejecución de todo el proceso.
El último es el más importante porque es el que demuestra que se ha hecho todo bien, empezando por comprender con exactitud qué necesita la empresa. Sin estos pasos en ese orden, la empresa está tirando su dinero y el proveedor del software se está aprovechando de la ignorancia acerca de todo el tema de Transformación Digital.
Así de simple.